Jugosos, suaves y con un leve amargor que sorprende, estos afamados espárragos se cosechan de noche, uno a uno y en plena oscuridad. Crecen en la fértil vega de Mendavia (Navarra) y para garantizar su blancura no pueden recibir ni un ápice de luz solar, evitando así la fotosíntesis. Una delicada hortaliza cuya laboriosa recolección la hace aún más preciada.
Ya en la nave de envasado, se cortan los tallos por segunda vez y se pasan por un sistema de enfriamiento rápido por agua –conocido como hidrocooling- que hace que los espárragos se mantengan tersos. La delicadeza femenina es fundamental a la hora de manipular esta frágil hortaliza: sus manos deben caber en el bote, siendo el 90% del personal mujeres experimentadas que calibran a ojo y con gran pericia el tamaño y calidad de cada espárrago.